No me pude aguantar las ganas de escribir sobre mi vida de embarazada

Varias personas me han dicho que escriba sobre mi embarazo. Al principio me daba flojera, no quería sonar como las típicas futuras mamás que se quieren volver famosas y hacen que toda su vida gire en torno a que llevan un plebe (o una plebe) dentro. Pero como ya llevo todo el día viendo series y hace mucho no escribía nada, ahí les va mi testimonio, sin andarme con chingaderas.

Estar embarazada es algo mágico, pero eso no significa que todo sea amor y dulzura. Sí, es increíble saber, ver y sentir que una nueva personita está creciendo en mi panza. Puedo durar horas y horas tocándome la barriga y me sigo emocionando cada vez que se mueve (no para en todo el día ya, a los 6 meses y feria que tiene la pringa dentro de mí). Cada ultrasonido me pone más contenta y más emocionada. Neta sí es magia. Me siento como una máquina perfecta capaz de crear vida y eso es wow. Si fuera religiosa pensaría que es casi casi un milagro. Pero la realidad es que estar preñada es algo un poco agridulce. Más dulce que agrio, pero sí tiene sus cosas difíciles, pa’ qué echo mentiras.

El embarazo me ha cambiado la vida entera. Desde el momento en que me hice las pruebas y salieron positivas (porque obvio me hice tres, pa’ estar bien segura), ya no soy la misma persona. Al principio el cambio era nomás por dentro. Por fuera lo único un poquito diferente era que mis bubis estaban tantito inflamadas, como cuando a las mujeres nos baja y se nos inflan alguito, que casi nadie lo nota más que nuestros bra (y nuestros hombres en caso de ser observadores); mientras por dentro traía una revolución. En ese momento dejé de pensar sólo en mí y empecé a ver por dos (o por tres, no sabía cuántos plebes traía dentro y me habían dicho que probablemente tendría cuates o gemelos). No he sentido miedo ni he dudado de mi capacidad como mamá. No sé cómo explicarlo, pero algo en mí supo desde ahí que todo va a estar bien. Nunca había estado tan emocionada y llena de amor como lo estoy desde ese día.

Pero como dicen por ahí, el tiempo no pasa en vano. A partir del segundo mes, las cosas ya no eran tan color de rosa. He tenido mucha suerte porque no me han dado tantos achaques ni nada. Sigo siendo igual de antojadiza, igual de dormilona y caliente como siempre, pero entre el mes 2 y el 3 empecé a sentir cosas que nunca había sentido antes. Mi cuerpo comenzó a cambiar. Adiós a los mini shorts que usaba o a las faldas pegaditas; la poca cintura que tenía se fue borrando poco a poco y mi ropa dejó de quedarme, incluyendo los bra. Cuando menos pensaba, mis micro bra talla 32A empezaban a apretarme horrible. Daba la vida entera por andar con las bubis al aire todo el tiempo, hasta que capté que necesitaba comprar ropa interior más grande. Pasé a ser 34B y ahora me queda chiquita pero todavía no me alcanzan para 34C ni para 36B. Es todo un dilema. Antes creía que el tamaño de la copa significaba algo más, ahora veo que es la misma chingadera.

Después la panza fue creciendo más y más, hasta que ya casi nada de mi ropa me quedó y tuve que comprar más. Luego creció más y tuve que volver a comprar. Estoy flaca todavía pero panzona. Y nadie hace ropa para las embarazadas flacas. Voy a las tiendas y hay ropa para flacas o para gordas. Nunca antes había batallado para comprar ropa. ¿Por qué no piensan en nosotras y hacen vestidos con el elástico más arriba y no a media panza? Malditos diseñadores. Ahora entiendo a las que sufren cuando van de shopping porque nada les queda. Las acompaño en su dolor. Aunque si hablamos de pantalones, la cosa cambia. Hace poquito descubrí los pantalones de maternidad y neta son un regalo de la vida. Por fin pude usar de nuevo skinny jeans. No saben lo cómodos que son. Sigo siendo talla 5 de todo menos de la panza, así que ni de pedo me quedaban mis pantalones de antes. Bendito sea quien inventó los de maternidad.

Mi panza era chiquita, picudita. Ahora ya comienzo a desbordarme, ya tengo lonja por los lados. Todos me dicen que es normal por el embarazo y que cuando tenga a la bebé pasarán sólo unos meses para volver a ser flaquita. Eso espero. No es que me pese engordar, no me pesa porque a cambio voy a tener la dicha de ser mamá, pero pues sí tardé en acostumbrarme a verme al espejo y ya no ver ese cuerpo con todo chiquito pero bien proporcionado que tanto me gustaba. Aunque debo admitir que todavía me veo y digo «sí me daba» y también uno que otro canijo por ahí piensa lo mismo (me consta).

Creo que eso de sentirme guapa embarazada es muy importante y lo tengo a mi favor. Por egocéntrica, por loca o por lo que quieran, me sigue encantando verme al espejo bichi o en ropa interior. Sigo comprando lencería y lo hago por y para mí. Tengo la idea de que no por ser futura mamá voy a dejar de chulearme ni de ser sazona. Sigo siendo yo y estoy muy consciente de ello. Seré madre soltera pero eso no significa que cerraré mi ventanita del amor y me tragaré la llave. Tampoco voy a andar tan suelta como antes, ahora seré mucho más responsable porque ya no seré nada más yo sino tendré que ver por mi bebé, pero eso no significa que vaya a dejar de ser yo y no me tome en serio mi placer, en todos los sentidos. A su debido tiempo y conforme mi hija vaya creciendo, obviamente. Estoy comprometida a no ser de esas mamás que viven su vida loca y dejan a sus hijos con la abuela pa’ echar desmadre.

Lo cierto es que así como hay quienes opinan como yo, la mayoría de la gente piensa que por estar embarazada soy algo así como un alma necesitada, como algo que en cualquier momento se puede romper. Creo que eso ha sido lo más difícil durante estos meses. Estoy acostumbrada a ser independiente. Siempre me ha gustado hacer las cosas por mí misma y ser yo quien ayuda a los demás, la que resuelve los problemas; pero ahora para muchos debo jugar el rol opuesto y me tratan diferente. Entiendo que tengo un bebé creciendo en mi panza y es nuestro instinto proteger la vida desde antes de que la criatura nazca, pero a veces me cuesta un poco entender eso y me desespero. Al principio sentía que los cuidados que me daban quienes me quieren eran excesivos porque en realidad yo sentía que podía hacer todo normal, pero ya llegué al punto en que de plano no puedo hacer muchas cosas simples como abrocharme los zapatos, agacharme o cargar cosas. Hasta subir y bajar escaleras es complicado. Manejo y me canso rápido, soy más distraída de lo normal y si duro más de 4 horas sin comer, me empiezo a sentir mal y a veces me desmayo porque se me baja el azúcar, entonces cuando me da hambre me pongo más histérica que antes. Esos detalles tan simples que antes podía hacer y ahora no, son la cosa más desesperante de estar embarazada. Eso y que la gente me vea como alguien vulnerable (aunque lo sea, no me gusta). Uy, o que quienes antes me veían con ojos de «te voy a comer» ahora me vean con ojos de ternura. Lo entiendo, pero me choca. También me da tic que para mucha gente el ser madre soltera es imposible y luego luego me andan «motivando» para «encontrarle un padre a mi bebé». Que alguien me explique de dónde sacaron esa necesidad de enjaretarle un padre a la criatura, que a mí eso ni me quita el sueño. Muchos no entienden que si un día encuentro a alguien será porque ese hombre me guste como pareja, para mí, porque sienta que me complementa y me llena, no para que sea papá de mi hija. Claro que espero que se lleve bien con ella, la quiera y la respete, pero una cosa es mi pareja y otra cosa es achacarle una niña que no es suya; eso no está en mi lista de planes, ni madres. Por eso me desespera tanto que me insinúen cosas así, como si ser madre soltera fuera una discapacidad o algo por el estilo. Yo sé que puedo echarme el paquete completo, me tengo a mí, tengo el amor que siento por mi bebé y el cariño de mi familia y amigos. No puedo pedir más, entonces bájenle dos rayitas a su apuro por encontrarme hombre.

En fin, como pudieron notar con mi testimonio de preñada, esto del embarazo es cosa seria. Pero como dije al inicio, es magia y nunca me había sentido tan contenta y con tanto amor por todos lados. Es hermoso pero no tan fácil y es justamente eso lo que lo hace más interesante. Cuando batallo por algo, me desespero o me siento cansada, recuerdo que en unos meses tendré conmigo a mi pringa y me lleno de paz. Por eso mi bebé se llamará Frida, porque significa «portadora de paz». Cada una de sus pataditas, las imágenes de su carita y esta magia que siento y no puedo explicar, hacen que todo valga la pena y me ponen cada vez más ansiosa por conocerla.

Neta no es pancho cuando las mamás dicen que el embarazo es mágico. Definitivamente no cambiaría por nada esta experiencia y la repetiría unas dos veces más. Fácil.